(DES)OBLIGADAS

En una entrevista en 1970 para la revista Sur, le hicieron una pregunta muy común sobre aborto a Alejandra Pizarnik: “¿Cree que las leyes que rigen el control de natalidad y el aborto deben estar en manos de la Iglesia y de los hombres que gobiernan o bien en el de las mujeres que, a pesar de ser las protagonistas del problema, no han tenido ni voz ni voto en algo que les concierne vitalmente?” Al responder, Pizarnik identifica varios problemas que muchas veces quedan ocultos en la pregunta que aparentemente es inocua.

 

Primero, para Pizarnik lo que señala el entrevistador es un “estado de cosas absurdo”, porque como ella dice, es el demonio de las bajas prohibiciones quien, amparándose en mentiras morales, ha puesto en manos gubernamentales o eclesiásticas las leyes que rigen el aborto.” También, Pizarnik considera que encima de todo, esas leyes no solamente se amparan en mentiras de ser morales, sino que “son inmorales, dueñas de una crueldad inaudita.Por último, ella dice que “cabe agregar, a modo de ilustración, la sugerencia de Freud de que aquel que inventara el anticonceptivo perfecto o infalible sería tan importante para la humanidad como Jesucristo.Pizarnik alude a la importancia de tener siempre presentes tres principios en relación con el aborto: las mujeres son agentes de sus propias vidas, las prohibiciones y regulaciones del aborto son crueles, y el control de la natalidad es una de las formas de poder más profundas que existen. Por ya una década, el Fondo MARIA lucha tanto para que estas tres cosas sean reconocidas, así como para derribar las barreras que no permiten a las mujeres vivir más justamente.

 

En términos de la agencia de las mujeres, la respuesta de Pizarnik es extraordinaria. Mientras que muchas veces es fácil hablar de cómo han sido los hombres quienes han tomado las decisiones sobre qué puede y no hacer una mujer con su cuerpo, la poeta desmiente la idea de que las mujeres no han tenido ni voz ni voto en el aborto: las mujeres de hecho abortan y es en ese actuar que reflejan su voz y su decisión sobre, no solamente sus cuerpos, sino sus vidas en general. Los esfuerzos por prohibir la agencia de las mujeres y controlar sus cuerpos las ponen en riesgo, les impiden tener disponibles las condiciones para vivir saludables y justamente, pero jamás las extirpa de su capacidad de elegir: las leyes anti-aborto siempre estarán confrontadas con la resistencia vital de las mujeres que deciden día a día sobre sus vidas. La agencia de las mujeres sobre sus cuerpos, sus voces y sus votos, no están en cuestionamiento. En cambio, las preguntas que nos podemos hacer son aquellas que conciernen a la justicia y el poder.

 

En términos de justicia, pensemos en esa crueldad de las leyes que prohíben y regulan el aborto. En principio, una de las consecuencias más dolorosas de las mentiras que hacen pasar a la crueldad como moralidad, es el aislamiento de las mujeres que abortan y, de distinto modo, incluso de las mujeres que tienen malpartos. Es muy doloroso cuando una persona se ve confrontada con la pérdida de los ideales que tiene sobre su vida. Más así cuando lo que se pierde es la posibilidad de que un amor se concrete. La crueldad de las leyes anti-aborto no solamente yace en las muertes de las mujeres que, la mayoría por falta de información o recursos, tienen complicaciones al realizarse un aborto, sino crucialmente, en imponer qué potencial amor y forma de vida se debe priorizar y concretar. En un mundo de infinitas posibilidades, los potenciales de vida también lo son. Al imponer un tipo de relación y amor por sobre todas las demás y convertirlos en una obligación, coartan esa infinidad de vidas posibles que todas tenemos. Aunque hay muchas áreas en las que las posibilidades de vida están limitadas, pocas lo están con leyes, discursos, interacciones y un ahínco tan cruel como el aborto. Y es que esto me lleva al tercer punto de Pizarnik: cuando hablamos de educación sexual, anticonceptivos y aborto—de justicia sexual—estamos especialmente hablando del poder que todas sin falta podemos encontrar a través del deseo. 

 

Siguiendo con los temas de la crueldad y la negación de la agencia de las mujeres, encontramos una línea de argumentación muy común que directamente se conecta con la distribución de poder y el deseo: considerar bajo qué circunstancias se concibió un producto. Los momentos en que la forma en la que el producto se concibió siquiera se considera; la violación, para algunas veces permitir el aborto, y la pobreza o la discriminación étnico-racial, para muchas veces promover la esterilización forzada, buscan sustituir el espacio del deseo con el de la obligación.

 

De igual forma que la crueldad se encapucha como moralidad, disfrazado de responsabilidad, entra a la escena del aborto, el control. El deseo, como nuestros cuerpos, es ingobernable. Podemos negociar con éste, fomentarlo, a veces incluso dirigirlo tiernamente, pero cuando se busca dominarlo, amaestrarlo, suprimirlo, éste aún se manifiesta, pero de formas que nos lastiman a nosotras y generalmente a otrxs también.

 

La lucha por la justicia sexual no simplemente una lucha por la supervivencia, aunque a veces parece serlo, es la lucha por tener la posibilidad de todas esas vidas que podemos desear, limitadas siempre por ese mundo complejo y extraño en el que vivimos, pero nunca por la crueldad que mantiene que unos pueden desear, mientras que otras son unas (des)obligadas.

Autora: 
Tessy Schlosser