El 4 de octubre de 2017 tras varios días de experimentar sensaciones ajenas a mi cuerpo y ante el retraso de mi ciclo menstrual, pensé en la posibilidad de estar embarazada. Decidí salir de la duda a través de una prueba casera, la cual venía postergando por el temor a que resultara positiva; y así fue, en la pantalla del dispositivo apareció la leyenda “embarazada 3+”, al leerla sentí escalofrío, me negaba a que fuera verdad.
Al comunicarle el resultado de la prueba a mi compañero nuestra respuesta fue un silencio enorme, sólo murmuramos “por qué ahora”. Si bien unos meses atrás le había expresado mis deseos de concebir un hije con él, ambos habíamos concluido que no era el mejor momento por la situación económica en la que nos encontramos. Sin embargo, pese a la decisión de postergar nuestros deseos de ser madre y padre no utilizamos ningún método anticonceptivo, por lo que al saber que estaba embarazada se impregnó en mí un sentimiento de culpa “por no haberme hecho responsable y cuidar de mí, de mi cuerpo”.
Después de confirmar mi embarazo con la prueba de sangre y ultrasonido, no encontraba ninguna alegría, por instantes pensaba junto con mi compañero que todo iba a estar bien, que tendríamos al hije y que lo económico lo resolveríamos, no era tan sencillo. Desde ese momento entró en mi mente la idea de no continuar el embarazo, pero sentía culpa de expresar mi verdadero deseo, en mi mente estaba presente un camino con dos direcciones, por un lado continuar y por el otro interrumpir. En julio pasado conocí la labor del Fondo MARIA en el Foro: “Género, Educación y Alfabetización Mediática e Informacional”, para ser sincera nunca pensé que las contactaría, pero ante la situación que me encontraba de inmediato busque su página donde leí varios testimonios de mujeres que habían interrumpido su embarazo, en algunos casos me sentí identificada y la culpa que sentía por querer interrumpir mi embarazo mermaba.
En cuanto tuve oportunidad escribí a Fondo MARIA por medio del formulario disponible en la página web, en pocos días me llamaron, fue una chica de voz cálida que sin conocerle me dio confianza para contarle como me sentía, me escuchó con mucha paciencia, sentí que sus palabras neutras me ayudaban a liberar la frustración y culpa que sentía. Al finalizar la llamada y después de la información que me ofreció, creí que ya tenía la decisión sin embargo no fue así, tardé tres semanas en concretarla, diariamente mis pensamientos iban entre interrumpir o continuar, me angustiaba e incluso pensaba que era mejor no actuar.
Creo que desde el principio sabía que interrumpir era la decisión que quería tomar, sin embargo no me atrevía a expresarlo abiertamente. Sentía miedo de ser rechazada por mi compañero, si bien desde el principio me hizo sentir su apoyo para que fuera yo quien tomara la decisión, en mí prevalecía ese miedo a interrumpir y que él pensara que no quería tener un hijo suyo, cosa que no era así. Por momentos imaginaba lo “bonito” que sería continuar el embarazo y estar los tres juntos, imagen que se desvanecía cuando pasaba por mi mente la pregunta ¿dónde vamos a vivir?, ¿cómo resolveríamos los gastos? En ese momento no encontré ninguna alternativa, me sentía fracasada por no tener ahora acceso a esos bienes, pero también por no poder cumplir con la expectativa que se espera de mí como mujer, por qué a los 31 años no había cumplido con ese esquema social y por qué ahora quería interrumpir mi primer embarazo, esas y otras preguntas aparecían constantemente y no me dejaban continuar y mucho menos poder tener una decisión firme.
En estos momentos comencé a sentir y a pensar en lo que realmente quería, como me veía con un hijo o si era mejor interrumpir, lloré mucho durante esas semanas posteriores a enterarme, por la frustración, por miedo y por la culpa que sentía. Tuve varias discusiones con mi compañero por no atreverme a expresar mi decisión, incluso trataba de que él guiara mi decisión con la intención de soltar la responsabilidad y anclarla en él, aún sabiendo que la decisión era mía y que sólo yo podía decidir sobre mi cuerpo. Sí, a los 31 años no sé tomar decisiones, no sé decir en claro lo que quiero desde mí, por qué siempre volteo a ver a los otros, en estos momentos y ante esta situación me hice consciente de cuantas veces dije sí queriendo decir no, diciendo sí por miedo al qué dirían, por no “ser mala”, para evitar ser juzgada, por miedo a quedarme sola, a que me dejen de querer.
Querer interrumpir el embarazo no era algo sencillo de decidir, se manifestaban constantemente las palabras de mi madre en mi cabeza; “en estos tiempo nadie se embaraza por descuido”, “no apoyo el aborto eso es un pecado”, etcétera, todo lo encontraba como neblina que no me dejaba encontrar un poco de claridad para hacer lo que quería.
Finalmente, un día martes llame a Fondo MARIA le expuse que ya tenía 10 semanas de embarazo y que ya no podía retardar más, esa decisión se vio impulsada porque comenzaba a notar las sospechas de mi madre. La chica de Fondo concretó mi cita y en la tarde al hablar con mi compañero, quien ya sabía que la decisión era interrumpir, me costaba trabajo decirle que ya estaba la cita.
Al llegar a la clínica me entró un profundo temor que me llevaba a decir no, mejor me regreso a mi casa, mi compañero me decía: vamos y según como te sientas vemos si regresamos. La chica de Fondo MARIA ya me estaba esperando y de inmediato sentí la calidez de sus palabras. Durante el procedimiento, mi compañero me acompañó en todo momento. Sé que fue la mejor decisión porque la médica me indicó que no iba a ser un embarazo exitoso porque el embrión ya hacía tiempo había dejado de crecer, eso me dio tranquilidad sobre todo porque me advirtió que de no haber interrumpido en ese momento se podía haber complicado mi salud.
Ahora me siento bien con mi cuerpo, nunca antes lo había atendido como en este momento, agradezco las atenciones y la información que brindan en Fondo MARIA y me gustaría poder colaborar en informar sobre métodos anticonceptivos, pero también contribuir a quitar vendas de los ojos sobre la interrupción del embarazo, ya que debo confesar que hasta hace casi dos años aún tenía prejuicios sobre el aborto. Por lo que hoy me comprometo conmigo misma a no dejar que decidan por mí y en lo posible poder acompañar a mujeres, que como yo, pasan por esta situación.
Nisa