No estás en trauma… pero lo estarás
Esas fueron las reconfortantes palabras de un hombre a quien le conté mi experiencia de aborto por voluntad propia y el cual sólo esperaba el momento oportuno para aprovechar mi estereotípica fragilidad emocional femenina y tener relaciones sexuales conmigo.
Esa es la idea que tiene mi amiga, quien abortó de manera insegura, siendo víctima de una infección por culpa de la desinformación y el miedo, la cual interpretó como castigo y que vive bajo la tristeza de haber defraudado al mundo.
Esa es la idea de otras mujeres, quienes al compartirles mi experiencia me satanizaron por no estar sumida en la depresión al haber asesinado un ser tan maravilloso que no era “culpable de mi promiscuidad e irresponsabilidad.”
Ya han pasado casi tres meses después del aborto, tres meses en los cuales según lo que pronosticaba un folleto que me dio mi hermana en contra del aborto, ya debería tener delirios de oír un bebé llorando, el corazón destrozado por haber matado un ser inocente, mi matriz debería ser infértil por maldición al haber rechazado el continuar un embarazo, mis padres ya deberían haber notado mi promiscuidad y mi dignidad debería estar por los suelos, esperando que algún hombre en algún momento acepte mi vacía existencia y me dé la oportunidad de estar a su lado como pareja.
Pero no… a casi tres meses me siento segura y feliz de la decisión que tomé. Sí, feliz, feliz porque tuve el apoyo de mujeres que me hicieron sentir acompañada y que estaba en la decisión correcta cuando más dudas tenía, porque a pesar de todos los cuentos y mitos de un aborto, jamás sentí un dolor que me desgarrara por dentro ni me topé con un médico que me pidiera el dinero con los mismos guantes con los que me iba a intervenir, feliz porque gracias a las chicas del Fondo MARIA pude acceder a un servicio de salud seguro, que me previno de secuelas en mi organismo o incluso me salvaron de mi muerte, pues en mi estado (Puebla) es ilegal abortar.
Me siento completa, fuerte y decidida, segura de mis propias decisiones, porque antes de planear la vida de otro ser, tomé una decisión revolucionaria por la mía, tomé la decisión de rechazar la idea de que una célula en sus primeros meses de desarrollo truncara mis sueños de una licenciatura, de ayudar a mis padres con sus gastos, de apoyar niñas a acceder a la educación, de rescatar gente de la miseria por medio del conocimiento y del reconocimiento de su propia cultura. Porque sí, las mujeres que abortamos no somos mujeres promiscuas e irresponsables sin aspiraciones o sueños, las mujeres que abortamos somos hermanas, amigas, estudiantes, profesionistas, docentes e incluso madres, madres por haber elegido darle lo mejor a nuestros hijos y no condenarlos a una vida de miseria y sufrimientos.
Hoy en día y más que nunca me siento segura de querer ser un apoyo para chicas que pasen por lo mismo que yo, que sepan que no deben tener miedo y que desde el momento en el que siquiera consideramos abortar, estamos aceptando que no estamos listas para esa responsabilidad.
Ojalá alguna jovencita como yo, temerosa y con dudas, sola en una situación tan compleja lea esto, quiero contarle que me siento feliz, que aunque ese 4 de marzo llegué al D.F. temerosa y sin la certeza de qué pasaría, hoy continúo con mis estudios de universidad, que tengo muchos planes a futuro, que mi último trabajo fue preparar un montaje para un festival del 10 de mayo y no me dolió tratar con niños ni con madres, al contrario, ver la miseria a la que condenan por malas decisiones a esos humanos me reafirmó mi fortaleza; que hoy planeo ser madre en un futuro, que hoy tengo mayor conciencia de métodos anticonceptivos y que sí, hay hombres que te van a amar y a que reconocerán tu fortaleza al saber tu pasado.
Quisiera poder expresar todo el agradecimiento que tengo hacia Fondo MARIA, a Marián y a la otra chica que me cuidaron como hermanas estando sola y desorientada en otro estado, que aunque no he podido cumplir mi promesa de depositar dinero y que JAMÁS ME HAN REFERIDO O TRATADO DE EXTORSIONAR, quiero dar mientras tanto este testimonio como una pequeña retribución, pues como le dije aquella noche a la chica que siguió mi regreso a casa, jamás tendré el dinero suficiente para poder pagarles el haberme devuelto la vida.
Ilustración de Susana Tavares