Acto de amor, de sororidad, de empatía, un acto de compañía bienintencionada con mucha comprensión, con mucho calor, con mucho compromiso.
15 años tenía cuando pasé por esto; 15 años y nulos conocimientos de lo que había que hacer; 15 años y una familia que por fortuna me comprendía pero no sabía lo que hacía… la dosis incorrecta una semana después me hizo llegar al hospital. La primera vez que me di cuenta de la maldita realidad fue la primera vez que fui juzgada por un hombre por mi sexualidad; un doctor que sin importar mi edad y condición “quería salvar a ese bebito”. Entré con un miedo inmenso al quirófano para que me practicaran un legrado, el mismo método que Anne nos dijo tantas veces que era peligroso, el mismo que fue realizado por la ginecóloga que tanto admiraba hacía años atrás y que desde un inicio no quiso orientarnos con la dosis de misoprostol, por su “ética y moral”.
Al final, nada de lo ocurrido fue su culpa, ni de la poca información de la familiar que me consiguió el misoprostol y me dijo que sus amigas lo habían hecho sin siquiera realizarse nunca una ecografía, sin saber su estado. Tampoco es culpa de la enfermera que me dijo que no debía tener sexo tan chica, que no era lo correcto, que no debía entregarme hasta encontrar el amor verdadero, ni de la mujer que me dijo que mi vagina había perdido valor desde que decidí entregarme, desde que tuve un aborto. No es su culpa porque no decidieron ser educadas de esa manera, porque ellas aprendieron a resistir desde su propia historia, desde esta maldita opresión. Yo solo menciono todo esto para desahogarme un poco, para darme fuerza quizás, para darle palabras a una porción de la historia que me ha marcado, pero que me ha ayudado a levantar la voz, la que me hizo decidir comenzar con esta resistencia, con este activismo, a tejer esta red de mujeres maravillosas, de mujeres sororas.
Porque también estoy consciente de que fui afortunada, porque escuchando y leyendo a diferentes mujeres sé que la pasaron peor, porque estamos aquí luchando por todas las que ya no lo pueden hacer, porque este idiota sistema nos prefiere muertas que informadas, nos prefiere muertas que eligiendo, nos prefiere muertas que libres.
No me malentiendan, no intento romantizar el aborto porque al final de cuentas se tienen riesgos, grandes o mínimos pero se tienen, sin embargo sí quiero nombrar el amor que entregamos cada una de nosotras a mujeres conocidas y desconocidas porque comprendemos su historia, porque comprendemos su situación, porque comprendemos esta opresión. Porque a la buena o a la mala tomamos conciencia de lo que vivimos y por qué lo vivimos. Porque le parezca no al sistema vivimos, vivimos, vivimos. Libres, informadas, gritando, apoyándonos, luchando, yendo contra corriente o al menos es lo que día con día intentamos, porque una puede luchar desde su casa informando desde las redes, hasta convirtiéndose en acompañanta, hasta asistiendo en las marchas, hasta educando a las nuevas generaciones, ya que algo que he aprendido en tantos círculos de mujeres es que cada una encuentra su manera de luchar, y cada una de esas maneras son válidas, son valientes, son importantes y son resilientes.
No romantizo el aborto, pero sí reconozco el esfuerzo de todas las compas maravillosas que en sus propias condiciones siguen buscando la manera, como mi compa de Costa Rica, que a pesar de las trabas que el pinche gobierno le pone, sigue alzando la voz, sigue buscando la forma, sigue sin ser aplastada, callada o minimizada.
Con amor a ti, mujer, que estás leyendo esto, con amor a todas mis compas, con amor a Ximena, con amor a Anne y su increíble manera de movilizarse, con amor a todas las morras valientes y las que vienen, con amor a las ancestras, con amor a mí. Sigamos tomándonos por la mano, alzando la voz, libres, amorosas, acompañantAs.